PROSTITUCIÓN
15/11/2008
Esta ONG, que inició su andadura en el año 1979 y desarrolla su actividad en cuatro provincias de la región –León, Salamanca, Palencia y Valladolid– es la gestora del Programa Lua, que pretende mejorar las condiciones higiénico-sanitarias y sociales de las trabajadoras del sexo.
Según asegura el coordinador del programa, Manolo Martín, desde ACLAD se trabaja fundamentalmente en el área preventiva, sobre todo con la entrega de material –preservativos masculinos y femeninos y lubrificante– e impartiendo talleres de educación afectivo-sexual en pisos, clubes, en la sede de la organización e incluso en la calle. “Nosotros no vamos para sacar a las chicas de allí –subraya Martín–, ellas son libres y bastante maduras; lo único que hacemos es ofertar un servicio técnico y de apoyo”, asegura.
En estos talleres, que alcanzan los 260 en lo que va de año, se pretende fomentar el uso correcto del material preventivo y extender pautas de educación afectivo-sexual directamente relacionadas con el ejercicio de la prostitución, desde cómo negociar con el cliente el uso del preservativo hasta las medidas para evitar contagios, pasando por pautas de estimulación sexual a aplicar con las personas que demandan este tipo de servicios o consejos por si se quiere trabajar con la regla.
Se trata de talleres eminentemente prácticos a los que se acude con “material muy didáctico” –una vagina de látex y un consolador–, en los que suelen plantearse los errores habituales en el ejercicio de la profesión y se dan pautas para evitarlos y corregirlos.
Atención sanitaria
Además del área preventiva, el trabajo de ACLAD dentro del programa Lua también abarca la atención médico-sanitaria, ya que las características de la profesión “hacen muy difícil el acceso a la red sanitaria normalizada”. “Se ejerce por plaza”, explica Manolo Martín, y eso supone que las mujeres cambian con frecuencia de lugar de trabajo –no esperan desde que solicitan cita hasta que la consiguen en el mismo lugar. Además, resulta “muy difícil” plantearle algunos problemas al médico de un centro de salud convencional si hay que empezar por contarle que “ejerces la prostitución o que eres travesti, por ejemplo”, afirma Martín. En este sentido, ACLAD funciona como “centro de salud del colectivo” donde se hacen pruebas analíticas, citologías, tratamientos para el VIH y hepatitis y seguimiento.
El programa Lua también cubre el área psicosocial, desde el que un trabajador social y un psicólogo tratan de paliar las secuelas psicológicas y las carencias sociales que, en ocasiones, afectan a las trabajadoras del sexo. Así, hay que tener en cuenta que este segmento de la población sufre mucha “soledad y desarraigo” y en numerosas ocasiones se trata de personas que vienen del extranjero para ejercer un trabajo con connotaciones negativas.
El asesoramiento jurídico, problemas relacionados con el trabajo, con la documentación o diferente papeleo completan las áreas del proyecto Lua. Manolo Martín explicó que a lo largo de 2008 se ha prestado atención a casi 1.200 mujeres. Concretamente se atendió a 509 personas en la sede de León, a 365 en Valladolid, a 223 en la de Salamanca y a 88 en Palencia. Además, se organizaron 260 a los que asistieron unas 800 mujeres en las cuatro provincias donde opera la ONG.
Cáritas
Por otro lado, tanto Ascare (Cáritas regional) como Cáritas Diocesana de Burgos también desarrollan dos programas dirigidos a mejorar la calidad de vida de las personas que ejercen la prostitución, Betania y Zoe, si bien el segundo es un programa específico para la formación de mujeres que han estado o estén en prostitución como mediadoras para que faciliten la comunicación y presenten el programa a otras compañeras.
Ana Almarza, coordinadora de estos dos programas que se desarrollan en la capital burgalesa y en Miranda de Ebro, señaló que el ejercicio de la prostitución muchas veces genera situaciones de violencia en clubes o en los pisos, por lo que la idea del programa ZOE –gestionado por Cáritas Diocesana de Burgos– es dotar a las mujeres de habilidades como mediadoras para evitar que el ambiente sea tenso.
Betania, enmarcado en las actividades de Ascare, atiende a una media anual de 130 mujeres en todos sus programas: centro de día, casa de acogida, formación y sensibilización en todo lo que rodea al fenómeno de la prostitución –desde el punto de vista sanitario, social y educativo–, y Programa Cuidándonos, dirigido a garantizar la salud física y psicológica de la prostituta.
Ana Almarza explicó que unas 70 mujeres acuden con asiduidad al centro de día del programa, un espacio “abierto” en el que además de asistir a talleres “se les acompaña en asistencia jurídica, apoyo psicológico” e incluso en la elaboración de currículum vítae.
Desde el punto de vista sanitario, Ascare ha puesto en marcha formación en centros de salud y los cursos a los que asisten las mujeres son impartidos por doctores, enfermeros y trabajadores sociales. En el caso de la casa de acogida, su acceso está limitado a personas que deciden abandonar la profesión y se enfrentan a más dificultades, mientras que existe otra línea de apoyo para ayudar a las mujeres que dejan la prostitución a poder pagar un alquiler.
Clubes y pisos
La experiencia de ACLAD refleja que en Castilla y León “no existen grandes mafias”; aunque sí hay “quien trabaja obligada”; suele ser población rumana a la que “la pareja de la chica o el hermano son quienes la obligan a prostituirse”.
De acuerdo a la información que maneja la ONG, la mayoría de la prostitución en Castilla y León se ejerce en clubes y en pisos, si bien en la calle puede encontrarse población nigeriana y guineana, rumana –trabajando en la carretera–; travestis y transexuales sobre todo de Ecuador y Brasil y, cada vez con menos frecuencia, población con problemas de drogodependencia.
Respecto a los clubes, en los de ciudad, las profesionales del sexo suelen ser más mayores y entre ellas suele encontrarse más población española, el resto son sudamericanas, rumanas y mujeres de los países del Este. Sin embargo, en los clubes de carretera “las españolas son contaditas” y suele tratarse de mujeres sudamericanas, nigerianas y de Europa del Este.
En la prostitución que se ejerce en los pisos “hay un poco de todo”, pisos sólo de españolas, sólo de hombres, de travestis… La mayoría de la población es extranjera y alrededor del 70 por ciento, sudamericanos, añade Martín.
Afectados por la crisis
Según los datos que maneja la Asociación Nacional de Empresarios de Locales de Alterne (Anela), el sector de la prostitución también se está viendo afectado por la crisis económica actual. Según asegura, el número de clientes ha bajado un 20 por ciento y los ingresos han disminuido entre un 30 y un 40 por ciento, ya que el volumen de clientes no sólo ha bajado sino que además gastan menos dinero.
Manolo Martín, de Aclad, sostiene que el servicio en un piso cuesta entre 40 y 50 euros. De esta cantidad, una mitad va para el piso y otra para la persona que trabaja.
Según recuerda, en el año 96 un servicio valía entre 3.000 y 4.000 pesetas, algo que refleja que “el nivel de vida ha subido mucho más que el precio de la prostitución” que “más o menos vale lo mismo ahora que hace unos años”.
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