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SERVICIOS SOCIOCULTURALES Y A LA COMUNIDAD - BURGOS

LA COMUNIDAD. MARCO CONCEPTUAL.

LA COMUNIDAD. MARCO CONCEPTUAL.
· INTRODUCCIÓN
· MARCO CONCEPTUAL

1.- INTRODUCCIÓN
La concepción del término comunidad nos remite a realidades que configurativa, mental y afectivamente nos remite a realidades claramente diferenciadas. E uno de los vocablos que tienen profundas raíces vinculadas al sentimiento identificativo y la vivencia de la pertenencia. En cierto sentido ha sustituido al de familia, en relación con determinadas agrupaciones, con un marcado y reconocido socialmente, aspecto autónomo y permanente. Las comunidades religiosas, las comunidades primitivas, las comunas, etc.
La inclusión del desarrollo comunitario como una de las prestaciones básicas atribuidas a los CEAS, con referencia expresa a la implicación de “la sociedad en la mejora de las condiciones de vida, a través de la participación ciudadana, estructurada fundamentalmente a través de los Consejos Sociales” , obliga a clarificar estos términos y a buscar los referentes operativos que la delimitación territorial, identificación colectiva y espacio de prestación de los servicios básicos instituye legalmente.
Los Consejos Sociales, entendiendo que en ellos están representados los responsables, líderes naturales organizados en el movimiento asociativo, cargos públicos elegidos por los ciudadanos, etc., son la plataforma formal que aglutina a los principales agentes de desarrollo, que deberán ser completados con los que, en cada caso, tengan un prestigio y reconocimiento otorgado por grupos o colectivos.

La comunidad, como referente del territorio no es operativa en los niveles de intervención de los animadores. Es decir, no es posible tomar “toda la comunidad como unidad y objeto de la intervención de un profesional, por ello, es condición obligada diferenciar los rasgos y elementos de la globalidad, así como las estructuras operativas en las que se articulan: grupos, colectivos, familias, servicios...

2.- MARCO CONCEPTUAL

El término comunidad es uno de los más utilizados en las ciencias sociales, para designar realidades muy diversas: pueblo, barrio, conjunto de provincias, de países, etc. Existen una serie de rasgos comunes que tienen que ver con un área geográfica determinada, la estructura social y el sentido de pertenencia.

Según Ander Egg: es una agrupación organizada de personas que se perciben como una unidad social cuyos miembros participan de algún rasgo, interés, objetivo o función común, con conciencia de pertenencia, situados en una determinada área geográfica en el cual las personas interaccionan más intensamente entre sí que en otro contexto.

Distinguimos tres elementos o rasgos que dan sentido a la comunidad:
· Unidad social
· Conciencia de pertenencia
· Interacción de las personas

Subrayemos la conciencia de pertenencia como condición ineludible para la participación, ya que un miembro es activo cuando:
· está integrado en la comunidad
· conoce la comunidad
· conoce estrategias para alcanzar el poder (capacidad de)

Por otra parte debemos señalar que la palabra comunidad tiene unas implicaciones sociales determinadas, es decir, la sociedad comparte lo comunitario y lo social a partir del establecimiento de límites que determinan las fronteras de lo considerado o no como tal. Estos límites son, en ocasiones, difusos y depende del contenido concreto que se le atribuya en función de criterios de operatividad.

Lo comunitario tiene que ver con relaciones directas, primarias, típicas de las sociedades configuradas a partir de interacciones claramente identificadas. Aunque se ha atribuido esta característica a las comunidades primitivas y rurales, se da en dimensiones y extensión en zonas que se configuran con ciertos rasgos vinculantes. Las relaciones, cuanto más delimitado y asilado sea el límite, son más estables y profundas, lo cooperativo prevalece sobre lo competitivo, se primándose las relaciones basadas en los sentimientos, lo que tiene efectos positivos para la solución o disminución de los conflictos.

Es este concepto, el comunal, el que se considera fundamentalmente en la Animación Comunitaria, que incide fundamentalmente en los aspectos relacionales basados en los intereses comunes y la necesidad de buscar y llevar acabo respuestas organizadas a los múltiples problemas que se comparten. Este término no se entiende sin los acontecimientos vinculantes entre personas que residen, interaccionan en un espacio delimitado: asociacionismo, solidaridad, participación, autoayuda, ...

M. Marchioni destaca el valor de este concepto como “base y dimensión inicial del desarrollo, puede ser una entidad que reacciona a los estímulos exteriores producidos por el trabajo...” dimensión funcional, que aparece como:

1. Una concentración geográfica de individuos, unidos en familias.
2. esta concentración está caracterizada por una serie de problemas y por unas actitudes hacia ellos,
3. frente a estos problemas y actitudes, se encuentran diversidad y universalidad de intereses, que determinan una particular situación de hecho.

Una unidad de vida: factores

La comunidad que será el escenario de una política de Desarrollo Comunitario debe formar una unidad de vida, es decir un espacio relativamente homogéneo caracterizado por la cohesión entre los que lo habitan. Esta cohesión es el fruto de los lazos que unen a los ciudadanos y que se distinguen netamente de los lazos que les ligan a los espacios vecinos. (necesidades y servicios comunes; referentes culturales y valores compartidos...)

Los lazos que se tejen y que definen la comunidad son diversos. Cuanto, más numerosos son, más fuerte es la cohesión. Así sucede, por ejemplo, en caso de identidad de cultura, de religión y de interés económico. Por el contrario, la cohesión es más débil y resultan más reales las posibilidades de conflicto cuando la colectividad conoce divisiones o puntos de ruptura. Tal sucede, por ejemplo, en caso de diversidad étnica o política o cuando son considerables las distancias entre las clases sociales.

Los factores que parecen más determinantes y que han sido destacados por diversos autores, para constituir una unidad de vida, son:

Factor geográfico

Se trata, en parte, de los datos de la Naturaleza: una cuenca, una cadena de montañas, un valle o una costa pueden trazar límites u ofrecer la base a una unidad de vida. Pero unos datos creados por el hombre pueden desempeñar también este papel: las líneas ferroviarias, las autopistas, los canales, etc., cortan o facilitan los contactos.

Factor económico

Se descompone en múltiples elementos: el radio de acción de un mercado o de varios mercados interdependientes, la implantación de zonas industriales, la especialización de las actividades (por ejemplo, una región vinícola o un importante centro textil, etc.,) una red bancaria...

Factor administrativo

Desde este ángulo resultan claros los límites pues las ciudades, los barrios, las provincias, los distritos, los departamentos, las prefecturas, las gobernaciones...tienen sus fronteras precisas, y su campo de competencia se halla determinado por la ley. Estas son divisiones importantes del territorio nacional, a las que corresponde una instancia específica del poder ejecutivo, con frecuencia una circunscripción electoral, una autonomía de gestión más o menos grande, todo un conjunto de servicios públicos, unos tribunales, unas escuelas, unos hospitales, etc.

Los factores geográfico, económico y administrativo determinan la red y la densidad de los flujos constituidos por los desplazamientos de los hombres y de los bienes. La movilidad hacia un determinado punto, es cada vez más importante en la determinación de los factores de interrelación. Las modernas redes de comunicación, el incremento de la movilidad y la nueva dimensión introducida por los medios de comunicación social, son cada vez más influyentes en la determinación de factores definitorios de comunidad. No obstante este análisis es planteado por varios expertos como factor desidintificador de la comunidad, cuestionando su existencia por la mundialización de los valores, costumbres, etc. La importancia de ciertos “lugares o acontecimientos” en la atracción de las movilizaciones de las personas, debe analizarse como uno de los elementos que pueden desviar el carácter territorial aquí atribuido.

Factor socio-cultural

Los rasgos compartidos, tanto de valores, costumbres, celebraciones o manifestaciones culturales, son un elemento identificativo de los miembros de una comunidad. El descubrimiento de este factor exige, en la mayor parte de los casos, una investigación de campo y la identificación empática de su particular significado. Constituye así mismo el primer indicador visible del grado de aceptación de una comunidad determinada. Deberá precisarse: la superficie a la que se extiende una costumbre, una mentalidad, un folklore, etc.; el valor que atribuyen a determinas costumbres y los vínculos (profundidad y efectos) para introducirlo, a efectos diagnósticos y de intervención.

Factor demográfico y ecológico

Una población se distribuye en el espacio con una densidad más o menos grande, adopta unas diferentes formas de hábitat. Todo lo que se asemeja, todo lo que se halla concentrado debe ser reunido porque éste es también el signo de la presencia de una comunidad.

Factor religioso

Desempeña igualmente un papel cuando una iglesia participa en los esfuerzos sociales de la población. En este caso hay que tomar en consideración los límites de una diócesis o de una parroquia.

Afinidades de la población

Finalmente, el factor principal, las afinidades de la población, o elementos identificativos: ¿A qué entidad siente cada uno que pertenece?

Las fronteras de la comunidad se determinan refiriendo a un mapa los trazados de los límites que sugiere cada factor. Si coinciden estos trazados, o su mayor parte, la configuración de la comunidad se precisa nítidamente. Si no se superponen, es preciso establecer entre ellos una jerarquía: los factores más importantes serán decisivos. El grado de importancia de un factor depende del tipo de actividades que se pretendan emprender. Si proyectamos crear unas cooperativas, los límites económicos de la comunidad pasan a ser prioritarios.

La dimensión de la comunidad posee ciertos límites inferiores y superiores que no se pueden sobrepasar. Esta dimensión viene determinada por la extensión del territorio que fija el límite superior. Una unidad de vida debe poseer un tamaño que permita la participación de los miembros y su acceso a las decisiones principales, y que no obstaculice las comunicaciones. Una comunidad no debe, pues, rebasar “la escala humana”.

El límite inferior está fijado, en muchas ocasiones, por el tipo y calidad de los servicios que hay que prestar; es preciso conseguir una proporción óptima entre el número de habitantes a atender, por un lado, y el número de personas profesionales comprometidas o adscritas, así como el equipamiento disponible, por otro.

La delimitación precisa de los marcos de la acción es necesaria para valorar las posibilidades de intervención. Los CEAS tienen un espacio delimitado territorialmente, que constituye a su vez la delimitación territorial, a efectos de su consideración como comunidad. E criterio utilizado en este caso es principalmente el geográfico, por lo que suelen ser poco homogéneos y con rasgos identificativos difuminados en lo cultural y referencial. En estas delimitaciones administrativas, lo funcional impera sobre lo cultural, ya que la mayor parte de las interacciones se producen en el ámbito de la utilización de servicios, o en su caso, la agrupación para impulsar la creación de otros.

Si, por ejemplo, la unidad adoptada comprende unas poblaciones que no se entienden, aumenta el riesgo de los conflictos.
Si, otro ejemplo, la configuración adoptada no ha incorporado el mercado central de la región, una actividad que trate de mejorar los rendimientos agrícolas, por eficaz que sea, ve anulados sus resultados por el juego de los precios que se deciden en el mercado cuyo dominio escapa a los productores.
“ A modo de crítica”

Resulta interesante preguntar qué imágenes suscita el término comunidad, especialmente cuando los interrogados son profesionales diversos vinculados a servicios sociales, entendiendo a estos últimos en el más amplio de los sentidos. Es un ejercicio que se ha realizado algunas veces de manera informal y que, por tanto, no nos autoriza a tratarlo con más pretensiones. De todos modos, hay algunos elementos que aparecen reiteradamente y que vale la pena mencionar, aunque sea superficialmente.

En primer lugar, es significativo que la comunidad, como forma abstracta de representarse la vida social, parece construida sobre la oposición dentro/fuera, que es una forma de representar la dicotomía nosotros/ellos. Estas categorías de inclusión y exclusión son buenos ejemplos de la tendencia universal a estructurar el pensamiento, de manera espontánea, en base a oposiciones binarias, sobre las cuales se producen las representaciones simbólicas y el mismo lenguaje. Esto marca límites y establece discontinuidades artificiales con la finalidad de hacer las cosas identificables y, por tanto, controlables (Leach, 1989: 45-49).

Quizás buena parte del éxito del término comunidad y sus derivados obedezca a esa capacidad simbólica de ordenar el mundo social, haciéndolo más asequible y manejable de lo que es en realidad.

En segundo lugar, las imágenes suscitadas por la comunidad tienden a simplificar y a homogeneizar las estructuras y relaciones sociales, sugiriendo una imagen de armonía que excluye el conflicto y que excluye la existencia del poder. Eso sí, algunos profesionales imaginan a esa comunidad articulada alrededor de los servicios donde trabajan, representación que descubre una percepción condicionada por los intereses profesionales. De todas maneras, la fiesta es el hecho que más parece sugerir la idea de la comunidad.

La fiesta es una de esas ocasiones en que la cotidianidad se interrumpe y sus normas y estructuras se alteran, incluso invirtiéndose. Responde al concepto de communitas, propuesto por Turner como opuesto al de estructura. La situación de communitas se caracteriza por la aparente desaparición temporal de las barreras, jerarquías y normas sociales vigentes, surgiendo con caracteres de excepcionalidad entre dos períodos en los que aquellos factores son visiblemente dominantes (Turner, 1988: 132-145).

Finalmente, se atribuyen frecuentemente a la comunidad cualidades intelectivas y volitivas. Se dice que la comunidad “discute”, “decide”, “pide” o “hace”. Esta unicidad resulta absurda en el contexto de nuestras sociedades complejas y sugiere una imagen de ágora ateniense del todo anacrónica. Si en esta última se ocultaba una ociosidad posibilitada por el trabajo esclavo, en las representaciones de la comunidad existe el peligro de confundir a ésta con sus agentes activos o con los grupos organizados existentes en su interior. La comunidad, a efectos prácticos, sería suplantada por algunos elementos visibles. Este fenómeno también nos remite al anterior binomio communitas/estructura. En efecto, las situaciones de communitas son también propias de los momentos históricos de cambio, en los que el orden anterior se desmorona, dándose una percepción de la vida social que puede definirse, utilizando una frase emblemática, por la libertad, la igualdad y la fraternidad. Consolidado el cambio, otras normas y jerarquías determinarán una nueva situación de estructura (con la consiguiente sensación de desencanto popular).

En nuestro pasado reciente, la transición política fue un período con abundantes momentos de communitas. La acción de los movimientos vecinales, entre otros, daban un sentido al adjetivo comunitario. No tanto como referencia a una comunidad ideal, si no como expresión de una etapa de communitas, necesariamente transitoria. Aquí podríamos apostillar que la ventaja de la propuesta de Turnes sobre la de Tönnies reside en que presenta como transitorio y desestructurado lo que el segundo quiso ver como permanente y estructurado. En cualquier caso, el auge de lo comunitario, en campos muy variados, coincide con la crisis final del franquismo y la transición, que al desembocar en un tiempo “normal” de estructura, se ha vaciado de sentido y se ha convertido en una referencia vaga, entre nostálgica y utópica.

Vale la pena subrayar que las imágenes espontaneas de la comunidad comportan, además de una idealización de las relaciones sociales, una simplificación de la realidad, ocultando la importancia primordial de la complejidad en nuestro mundo social. Esta última pone de relieve las carencias conceptuales para abordarla y analizarla (Mitchell, 1980: 58). Una cosa es sostener una metáfora que condensa nuestros deseos, actitud perfectamente comprensible y hasta cierto punto defendible, pero otra muy distinta huir del problema de la complejidad utilizando como refugio una referencia utópica. Es en esas condiciones que lo utópico se convierte en un obstáculo para el conocimiento y la acción: “(...) a toda utopía pensada, hablada o escrita en un momento determinado le llega el día en que es demasiado simple con respecto al potencial real de la complejidad que exhibe la dialéctica sistema-entorno”

BIBLIOGRAFÍA
· Rudolf Rezsohazy (1988) “El Desarrollo Comunitario” Narcea. Madrid.
· REVISTA DE SERVICIOS SOCIALES (1991) Josep Canals “Comunidad y redes sociales: de las materias a los conceptos operativos”, Natalio Kisnerman “ La Intervención Comunitaria”Julio-Septiembre, Madrid.
· REVISTA DE SERVICIOS SOCIALES (1986) “Desarrollo de la Comunidad” Enero-Marzo, Madrid.
· REVISTA DE SERVICIOS SOCIALES (1986) “Desarrollo Comunitario e Intervención Social” Octubre-Diciembre, Madrid.
· Edward C. Lindeman (1921): “The Community” Association Press.New York.Citado por E. Ander-Egg “El papel de la comunidad en la planificación y ejecución del desarrollo nacional” en “Cursos y Documentos” del IEPAL. Madrid.
· Arthur Dunham (1964) “Los principios del desarrollo comunal” Revista “Panoramas”, México

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